“Li”, o el “Orden Desordenado”

Aceptamos que los requisitos cambien, incluso en etapas tardías del desarrollo.
Los procesos Ágiles aprovechan el cambio para proporcionar ventaja competitiva al cliente.
Principio Ágil.

La palabra Musphay en quichua significa “Hablando en sueños”. También se relaciona a: “turbarse, desorientarse, extraviarse, desvariar, delirar”. Definitivamente una palabra y un concepto que llama mi atención, desde múltiples perpectivas.

Recuerdo mi época universitaria, mientras cursaba ingeniería. Con la base de 2 semestres de Inteligencia Artificial, una de las conclusiones a las que llegábamos con el “drink team”, luego de los martinis de algún jueves, es que una de las claves de la inteligencia humana parecería no relacionarse tan fuertemente con la lógica (lo único que las computadoras pueden, con mucha velocidad, simular) sino que podría tratarse de aquella capacidad que tenemos de intuir resultados sin una base completamente segura o de darnos cuenta de que algo no tiene sentido, sin un análisis demasiado intensivo.

Esa idea seguramente esta formada desde tantas fuentes y desde tantas “inteligencias”  (o competencias, siguiendo la teoría de Goleman), que seguir su rastro sería muy complejo, porque algunas de esas fuentes serán datos o teorías comprobadas, otras solamente certezas aisladas, otros recuerdos, inclusive algunas serán sensaciones nada más. Finalmente, la respuesta parece incluir no solamente lo tangible, sino también lo intangible. Y más que nada, parecería que el proceso para llegar a esas conclusiones incluye una especie de vagar (con un objetivo) por la mente, los recuerdos, los aprendizajes, las sensaciones… Un vagar que en cambio nosotros hacemos de una manera subconsciente e igual o más rápidamente de lo que lo haría una supercomputadora.

Años después, profundizando en otros ámbitos del ser y complementando esa idea desde otra perspectiva, he llegado a ver por medio del Tao que la simplicidad como decision consciente, el vaciarse o despojarse para poder llenarse nuevamente como un ejercicio cotidiano indoloro, es el disparador espiritual e intelectual que me permite renovarme y dar inicio al proceso creativo, en todos los aspectos: intelectual, espiritual, físico.

Uno de los principios de ese Tao es li, y una de las formas de experimentarlo es dirigir al observador hacia las vetas de una hoja o los surcos de un árbol, o sus anillos al cortar su tronco. Es bastante claro que sigue un orden, pero el mismo no es perfectamente geométrico ni matemático. Aun así es indiscutible que para llegar a ese estado, siguió de forma constante y recurrente un orden, una secuencia, un objetivo. Un ojo educado (o des-educado) podría interpretar o ver arte en aquello. De hecho alguna vez mientras visitaba el museo Quai Branly en París pude ver pinturas de una Africa originaria que son sencillamente círculos concéntricos consecutivos realizados en lienzos inmensos con puntos de diferentes colores, y se parecen mucho a la secuencia de cortezas del tronco de un árbol cortado. Esas pinturas son casi hipnóticas y uno se deja ir dentro de ellas. ¿Será que evocan algo dentro de uno, algún patrón del pensamiento?

En definitiva, el Tao abraza el concepto de fluir, de caminar a veces sin rumbo, en ese estado andino de musphay, como buscando sin buscar tan fuertemente, dibujando esos círculos sin buscar las perfección, porque la perfección se alcanzará a nivel del árbol, de su crecimiento, de su robustecimiento, no al nivel del círculo que traza. No es necesario hacerlo perfecto. Es necesario continuar creciendo. Inclusive a veces redirigiendo el árbol hacia donde pueda tomar luz y agua… No hay errores en las curvas de un árbol, por más torcido que lo veamos, cada curva tiene un propósito, o mejor dicho, un motivo.

Las metodologías ágiles son similares. En una iniciativa llevada de forma ágil, se setea el objetivo en forma de una hipótesis a ser comprobada desde el valor que se espera generar y se comienza a caminar hacia él con una primera visión de lo que podría generar ese valor. Pero esa visión bien puede ser pulida, evolucionada sobre la marcha. Se permite al equipo junto con el negocio, probar varias formas de llegar ahi, intentar por un lado y profundizar si tiene sentido, o cambiar la dirección si se observa que no se está generando el valor que se esperaba, lo cual es definido al probarlo frente a los usuarios finales. Pero no hay drama, no hay stress en este cambio, sino que es abrazado como la base de aprender que es lo que realmente genera ese valor observado. Inclusive hay oportunidades donde no se llega a ese objetivo inicial y de todas formas todo está bien. ¿Por qué? Por que también es valioso saber que no hay forma de llegar a él, de que esa hipótesis no era verdadera. Se desecha y se asimila/capitaliza el conocimiento para el siguiente experimento. No hay desperdicio.

Visto desde fuera el proceso ágil parece una serie de intentos, algunos más exitosos, algunos menos. Y eso es así porque la visión no esta fijada en hacer intentos perfectos, sino productos acotados y valiosos, como los círculos que dibujan las cortezas consecutivas del tronco de un árbol, que finalmente logran crear un ser vivo robusto, alto, cambiante, que aloja vida, que provee mucho valor para todos los seres vivos a su alrededor.

Un producto hecho con agilidad nunca está terminado, lo que no significa que esta incompleto. Siempre se puede usar, pero también tiene espacio para ser perfeccionado, eso sí, si es que ese incremento agrega valor.

Dicho de otra manera, la agilidad busca la perfección sin buscarla. Sigue un orden sin ser tan estricto ni perfecto, pero logra su resultado, ya sea logrando el objetivo o definiendo que no tenía el valor que se pensaba.

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